“Tengo setenta y siete años, viejo y enfermo
y tener que protestar ante un gobierno Oligarca, atarbán que envenena nuestros
alimentos y pulmones con gases lacrimógenos, enjuicia, encarcela y ultraja
nuestra dignidad campesina. No es justo” Caficultor de Rovira.
Entendemos que
la vida en la ciudad no es posible sin el trabajo del campo, buscamos reventar
esa burbuja llamada universidad, llamada ciudad, donde nada nos toca, donde
encontramos nuestro pan servido en la mesa, al parecer, sin mayor esfuerzo, en donde
algunos tenemos asegurada la dormida, la comida y la academia, donde
simplemente es más fácil ignorar lo que sufren nuestros padres en los pueblos,
en las veredas, en el campo, porque es en la ciudad en donde es más evidente el
bombardeo cultural del capital. Proponemos hacer una lectura de nuestra
realidad: somos los nietos del propietario de pequeña parcela, de tradición
conservadora que nunca ha tenido tiempo para la protesta social porque siempre
ha estado con la espalda doblada sobre el surco pero que hoy se levanta, a
pesar de su edad, a pelear por lo que cree es justo, por lo que se merece, por
lo que es suyo, por lo que nos ha dado de comer y por lo que nos va a heredar.
En el pasado Paro
Nacional Agrario, se impulsó la Dignidad papera, panelera, lechera, camionera,
cebollera, cocalera, cafetera y la Dignidad del pueblo que se unió y solidarizó
con los campesinos para resistir la represión de la fuerza pública; con
cacerolazos, marchas, plantones y bloqueos el pueblo se manifestó, todos
salimos a las calles a rechazar las políticas neoliberales que nos tienen
jodidos: Tratados de Libre Comercio que benefician a las minorías más ricas del
país, que obligan a los que cuidan la tierra a venderla a las multinacionales,
terratenientes, paramilitares, politiqueros y narcotraficantes; todo porque,
entre otras, esa tierra les sirve para la siembra de caña, caucho y palma
africana para la producción de agro-combustibles y la construcción de
megaproyectos hidroeléctricos. Y debajo de la tierra está la riqueza que hoy
persiguen: agua, oro, carbón y petróleo. ¡Ay! ¡Si nosotros y nosotras,
citadinos, supiéramos el gran valor de la tierra!
Haciendo un
balance de los 21 días del Paro Agrario las cifras son las siguientes: 12
muertos, 485 heridos, 4 desaparecidos, 262 detenidos, 660 violaciones a los
derechos humanos y 51 ataques indiscriminados a la población civil, a
saber. Esta vez y con mucha más fuerza y
organización nos levantamos frente a un Estado neoliberal y represivo para
hacerle saber que ya no tenemos miedo porque ya no tenemos nada que perder,
porque es ahora o nunca, porque al que oprimen se levanta con más fuerza,
porque los derechos no se adquieren, los derechos se arrancan, se ganan, se
exigen. El momento es ahora.
Este es un
llamado para que no seamos apáticos a la realidad en que estamos, para que
pensemos a conciencia nuestro papel en la sociedad, nuestro rol en este pedazo
de mundo en el que nos tocó vivir, para que estudiemos al Estado porque todo lo
que hace nos toca por más alienados que seamos. ¿Por qué el gobierno no quiere
que el pueblo viva dignamente? ¿Por qué cuando el pueblo se levanta a exigir
sus derechos le responde con gases lacrimógenos, con bolillo y hasta con bala?
“Atentar contra un pueblo y responder a las demandas sociales con represión y balas, solo alienta la resistencia. Y en la unidad de un pueblo organizado se encuentra la única victoria” Conamuri.
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